El desarrollo urbano en las zonas costeras de Costa Rica ha quedado históricamente relegado al ámbito rural de baja densidad y poca infraestructura. El auge del turismo y el valor agregado que da el paisaje natural, han transformado velozmente esta concepción para experimentar en los últimos años un incremento de la construcción, principalmente del sector habitacional.
Tamarindo representa un caso particular a este efecto. La zona brinda condiciones naturales excepcionales fruto de sus orígenes tectónicos; la península de Nicoya es de hecho, una de las zonas sísmicas más activas del país. Sus bellas playas, bosques, planicies, cadenas montañosas y recursos constantes como el sol y el viento se enfrentan a la problemática de la contaminación creciente y a la cada vez más preocupante escasez de agua.
En un área alejada de la ciudad se nos propone desarrollar un modelo de planeación para una vivienda unifamiliar, que responda a los altos niveles de vida y confort que buscan los inversionistas, pero sin comprometer la integridad del entorno natural. Un modelo de este tipo nos lleva a pensar una arquitectura de recursos básicos, que genere condiciones espaciales y funcionales adaptándolos de su entorno, mediante un proceso de selección: un mecanismo de análisis de recursos arquitectónicos para identificar los más eficientes, adaptados y mejor utilizados. El sistema completo resultante, logra un balance entre la forma de obtener energía, la forma de conservarla y por último, la forma de tratar sus desechos.
La casa se inserta en un paisaje en transformación, donde la mano del ser humano es visible en toda su fuerza
La propuesta inició al intervenir el entorno inmediato, reforestando con especies nativas el potrero existente y creando un pequeño estanque donde la topografía lo permite. Ambas soluciones intentan mejorar el ecosistema natural, así como bajar la temperatura del emplazamiento de la casa. La casa se configura por medio de una gran cubierta de doble membrana, que se pliega en varios sentidos emulando la topografía del terreno, creciendo y deformándose hacia la parte montañosa del sitio, y replegándose en aquellas partes que requieren mayor protección. Esta gran cubierta funcionará tanto como un protector solar (generador de sombra) como un gran recolector de agua; y su color y forma permitirán adaptarse visualmente al entorno.